Desde la Atlántida y las ciudades de los Profundos en el fondo de los océanos terrestres, o la ciudad de los Antiguos en la inexplorada Antártida, hasta ciudades alienígenas en la lejana Yuggoth. La lista incluye también ciudades malditas, como Sarnath y Bethmoora, de las Tierras del Sueño; o Commorión, de la Hiperbórea de Clark Ashton Smith.
¡Qué recuerdos, qué fantasías se atropellan en nuestra mente! Una Noche acaba de ser arrebatada de Londres por la mano hostil del Tiempo. Un millón de cosas vulgares, envueltas por unas horas en el misterio, como mendigos vestidos de púrpura y sentados en tronos imponentes. Cuatro millones de seres dormidos, soñando tal vez. ¿En qué mundos han entrado?¿A quién han visto? Pero mis pensamientos están muy lejos, en la soledad de Bethmoora, cuyas puertas laten en el silencio, golpean y crujen en el viento, pero nadie las oye. Son de cobre verde, muy bellas, pero nadie las ve. El viento del desierto vierte arena en sus goznes, pero nadie llega a suavizarlos. Ningún centinela vigila las almenadas murallas de Bethmoora; ningún enemigo las asalta. No hay luces en sus casas, ni pisadas en sus calles; está muerta y sola más allá de los montes de Hap; y yo quisiera ver de nuevo a Bethmoora, pero no me atrevo.
Bethmoora, Lord Dunsany.
Como todo el mundo sabe, Commorión quedó deshabitada hace muchos siglos a causa de la profecía de la Sibila Blanca de Polarión, quien predijo un destino indescriptible y abominable para todos los mortales que se atreviesen a permanecer dentro del recinto. Añadió que dicha suerte constituiría una pestilencia procedente de los desiertos septentrionales, y que llegaría a través de los caminos trazados por las tribus salvajes; en ocasiones, adoptaría una forma de locura. El caso es que nadie, ni rey, ni sacerdote, ni mercader, ni labriego, ni ladrón permaneció en Commorión para celebrar su llegada, sino que se marcharon en unitaria emigración, con el propósito de fundar la nueva capital, Uzuldaroum, a una distancia de una jornada de camino. Tan numerosos como extraños eran los relatos que corrían acerca de horrores y terrores jamás imaginados, que invadieron para siempre los mausoleos, santuarios y palacios de Commorión. Tan gloriosa ciudad permanece aún en pie, prolija en mármoles y magnífica en sus granitos, coronada de agujas, cúpulas y obeliscos que se mezclan con los poderosos árboles de la cercana jungla, incapaces todavía de superarlos en altura, pero abundantes en el fértil valle interior de Hyperbórea.
The Tale of Satampra Zeiros, Clark Ashton Smith.