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TANATOFOBIA
POR RICARDO MEYER
“El hombre loco es un soñador despierto” - Sigmund Freud
Morí, pero aquel que conoce los arcanos de la Vida y Sueño sabrá que, si recibí la pulsión de Tánatos, habré llegado con Oniros, mas no si es el caso de una muerta violenta. Y aun así con todo eso, sigo acá, en Las Tierras de la Vigilia. Mis parpados, no tengo, no tengo ni un solo pedazo de piel, solo mis músculos, mis fibras, mi carne, pero al menos puedo palpar el sabor de un cigarro. Tuve que removerme la piel porque al estar muerto ya me estaba pudriendo y no soportaba las moscas, por alguna razón no se sienten atraídas a mi carne, quizá porque no está putrefacta y porque las venas siguen bombeando sangre, no así mi piel, mi piel estaba muerta, necesitaba mudarla o directamente extirparla, algo como las serpientes.
Y en tanto Tánatos, cuya mitad de la cabeza estaba horridamente cercenada, dejando a la vista músculos y fibras del cráneo, buscaba arrebatarme la pulsión. Fue entonces que una extraña luz se manifestó en su rostro putrefacto, irradiando desde detrás de mí. Tan grande fue el terror de este ser primigenio, él mismo personificando la muerte, que se vio obligado a retroceder. El halo de luz se posó sobre mí, consumiéndome, mientras susurraba: "Vive"
EL LENGUAJE DE LOS MALDITOS
Dedicado a Calígula, y a Félix,
Alejandro Magno, Eximeno,
A Domingo y a todos los malditos.
Tosco inmundo del Mongol cuya aparición realiza cual ave en un andén
De un tren desenfrenado, lleno de putas y vagos, destinado a estrellarse en el Hades
Mientras Tántalo intenta alcanzar con su lengua la miel del Emperador,
Calígula se caga en su boca y veinte sicarios son enviados,
Como esa ave que estrelló en el tren de El Fin, para anunciar un mensaje
Un mensaje desde El Fin, pero que no anuncia el fin.
Troyano espera eximenamente la batalla, mientras el otro viejo se queda en Compostela
Jugando con dados, cartas y todo lo que los gitanos trajeron de Bohemia
El viejo de Santiago se queda viendo sus mapas, y en ellos ve a Alejandro Magno
Que va cabalgando con cuatro jinetes, que van espolvoreando la esencia del Viejo Mundo,
El Vinum Sabbati es excretado por los caballos de los jinetes, impactando con las monjas
Y una abadesa triforme envía su carta de expiación a Calígula.
Calígula se encuentra triste, pues su amado no ha llegado y el vino se está acabando,
Pero tal como lo dijo Calígula, a él vino no le falta por lo tanto nunca le faltarán amantes,
El Noctámbulo observa, dice ser un maldito, y lo es,
Mas no maldice, no maldice, porque sabe que el día que maldiga
No va a poder brindar ni fornicar en las orgías con Calígula
Los malditos se reúnen en un círculo noctuario, cantando versos al aire
Versos que se pierden en la red de arañas y putas tan falsas como el beso de mi madre
La madre que nos parió, que no se protegió y por eso hoy en día
Cuiden su lengua, antes que los malditos los maldigan.
EL POZO DE PILATOS
POR RICARDO MEYER
El demonio no es tan negro como es pintado.
Dante Alighieri
Confíe y lavó sus estigmas en mi huerto que aún no maduraba, y de esa conjunción majestuosa emergieron ellos. El agua de Pilatos fluía por el vientre del CHORONZON mientras innumerables lepidópteros se desplegaban en el Orbe del Pontífice. Entre ellos, una mariposa azul, tras fornicar con la violeta, fecundó al Gran Maestro Therion. Crucificamos a Cristo y con cuidado removimos los clavos que lo mantenían cruelmente adherido al trozo de madera, para volverlo a crucificar con las astas y ampones de los miles de lepidópteros, observando cómo los Hongos de Yuggoth se esparcían por su carne muerta y pútrida.
Una vez más, no había perdón para la humanidad, pero el perdón no puede existir si no se busca. Conocíamos las consecuencias de nuestras acciones, cansados del Nazareno, abrimos las puertas a la Gran Ramera, a la Mujer Escarlata, a aquella que es referenciada en el Liber 59. Abrimos las Puertas a BABALON, sin esperanza ni buscando la redención.
FIN
Dedicado a Santiago Eximeno y analizado por Solomon Kane
EL COLECCIONISTA DE PIELES
POR RICARDO MEYER
¿Con qué objeto me instruí yo en todos los ramos de los conocimientos humanos, me ensayé en todas las artes, no poseyendo una encantadora mujercita?
Leopold von Sacher-Masoch, “La venus de las pieles”
Todo parecía marchar según lo planeado, y de hecho, así era. Sin embargo, lo observaba con odio mientras él se enfundaba en el traje que pertenecía a la adolescente de la noche anterior. Yo, por mi parte, me veía obligado a usar el atuendo de un maldito gato, ya que el del infante resultaba demasiado estrecho para mi comodidad. Aunque disfrutaba de la extrañeza de la situación, era incómodo para lo que estábamos a punto de hacer. Este desgraciado tenía una colección impresionante de trajes; a diferencia de mí, que prefería las esculturas y los muebles, él demostraba su devoción al arte de una manera diferente, aunque compartiéramos la misma falta de discriminación cuando se trataba de nuestras creaciones.
Con nuestros disfraces ajustados, noté cómo la piel de la adolescente se ajustaba mejor a mi amigo. Aquello me complació en cierta medida.
Iniciamos nuestro macabro recorrido, dispuestos a recoger golosinas junto con los demás niños en esa fría noche de Halloween. Era sumamente satisfactorio ir de casa en casa, observar a toda clase de personas: ancianas (ya sabes cuánto me fascinan), padres de familia, niños y convalecientes.
Al llegar a nuestro escondite, arrojamos los dulces sobre la mesa y nos lanzamos sobre ellos, mi amigo y yo, sumiéndonos en el éxtasis de la carne. Pero esa noche, anhelábamos algo más que los sabores dulces de los caramelos. Buscábamos algo empalagoso, algo agridulce, algo que trascendiera los placeres comunes de la carne.
MAQUIAVÉLICO-MELANCÓLICO (poema)
RICARDO MEYER
Dedicado a Salchipipe, por haber escuchado esas bizarradas absurdas cuando
estaba sufriendo en el Tártaro y nunca soltó su mano aún cuando sujetaba mi alma que colgaba desde el Sheol.
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Siento melancolía de melatonina melancolérica
Cólico renal provocado por la melancolía ansiosa del maquiavelismo
Me lamento de melamentarme de la melancolía religiosa y supersticiosa
Muerto, maldito, melancólico y prodigioso
Lamento la melancolía, pero no lamento ser un loco maquiavélico
y por eso lamento
mi lamento melancólico y alcohólico trabajólico
por una adicción sofocante a la ficción
y es maquiavélico querer horror al estar bien
por eso lamento la melancolía del horror
y no me arrepiento de ser escritor.
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El Señor Casado
Dedicado a Jonathan Strange
Yo tratando de ocupar mi espacio bajo el sol que quema
Ardiente, cual costa en Cádiz o puerto de Valparaíso
Una mujer en cada ciudad, un gorgojo de morbosidad
Para que venga un puritano, y no hablo del inglés,
Sino de un purista que parece Monja del Opus Dei
Cuando él muera, espero pueda llevarse sus mil copias al Tártaro
Una y mil veces, con Tántalo y otros prisioneros de allá
Con quienes he compartido cenas, tertulias y eones en calamidad
Me cobrarán favores y no le devolverán
Sus preciadas ocho copias por no dejar navegar el mar
Yo te respeto, y te bendigo, porque soy católico
Sin embargo, no es mi deber perdonar a las monjas yuxtapuestas
Sino del arsénico que será la ponzoña que corroerá vuestra maldad
Y al final dejarás de liar
No le deseo mal, no conozco el mal y el bien.
Solo quiero que sepa que yo miro atrás porque sé que erré.
BAR ENOSH
microcuento por Ricardo Meyer
El anuncio de la segunda venida fue recibido con fervor y expectación por todos. En el vientre de una joven se gestaba aquel que sería el redentor, el cordero inmolado. Sin embargo, el espíritu santo que lo precedió, en lugar de ser purificador, se había convertido en una esencia grotesca, el espíritu de la abominación y de los pecados de los réprobos.
El día que el niño nació, todos en la congregación lo miraron con horror. No era el mesías esperado ni un salvador. Era una criatura grotesca, su piel era grisácea y sus ojos negros, los cuales, para aquellos que conocían los secretos del Talmud, sabían que representaban el reflejo de un alma negra, testigo de las atrocidades humanas.
De su boca, la saliva era viscosa y negra, con un olor repugnante a fósforo y azufre. Su columna vertebral presentaba una extrañeza gigeresca que perturbaba a todos los presentes. Sin embargo, la profecía se había cumplido, aunque no como todos esperaban. Esta era la voluntad de Dios, ¿acaso se repetiría la historia?, ¿acaso el mesías moriría nuevamente a manos de los hijos del hombre? Tal aberración era una concepción abominable que no debía existir. La historia se repetía, y esta vez no había perdón, porque sabíamos lo que estábamos haciendo.
Fragmento V: Espejos
Y al observar los cimientos del Mundo caer a los pies de El Griego, me di cuenta que la Verdad siempre fue una mentira impuesta por mi mismo. Antaño vi Todo, allende la civilización podrida, nadie más la veía, pues en ella la confianza se había vuelto mi única utopía. Tracé mi Vida y me impusieron sus visiones, mas no sus Revelaciones, y mis Sueños explotaron al ser estrangulados por la camisa de fuerza. El Tiempo transcurría entre la oscuridad y el silencio doloroso del grito de los muertos en vida del sanatorio, pero llegó un punto en que todo colapsó, tal como Las Revelaciones sobre la Medusa de Jonathan Drexler me lo enseñaron. Cuando finalmente era el último y no quedaba nada más que el polvo de una sociedad que se había perdido viéndose eternamente a los espejos, quedando petrificados con placeres efímeros que acabaron más temprano que tarde, noté que las advertencias sobre la Medusa habían sido claras y ahora, entre el polvo de la Tierra, solo esperaba ver a mi Salvador una vez más; sin embargo, la gorgona me enseñó tanto en tan poco y, fiel a mi ideal, decidí no tener maestro alguno más que la belleza de Medusa, aunque nunca pudiera tocarla, y mientras se barría el polvo de esta sociedad inmunda, yo evadía su mirada, solo para no ser tocado y estar, viendo y no viendo, a su hermosa figura de gorgona.
Los tentáculos de la bruja (Shangri-La 93)
"¡Oh, canta Orfeo! ¡Alto árbol en el oído!
Y calló todo. Mas hasta en este callar
nació un nuevo comienzo, seña y transformación."
Y, tras haber contemplado los ojos de Petra, la Voz de las Profundidades penetró tan hondo en mi altivo corazón que, al alcanzar el otro lado de la angosta puerta, pude vislumbrar las Tierras Esmeralda. Ante mi perplejo mirar, se extendía una tierra plana de césped eterno e infinito... se mostraba ante mí cual Paraíso Terrenal. Caminaba, harto relajado, e incluso hallándome deslumbrado por el Sol, este me llenaba de energía y felicidad. Era como estar en un Sueño.
A mi alrededor yacían las lápidas de las innumerables víctimas del infortunio que habían sucumbido a muertes violentas y recibiendo el fatídico beso de las Keres. Cada vez que daba un paso, con una lápida me topaba: me topaba con el rostro de un difunto, congelado en una foto, siempre acompañada de un cartel con un mensaje postrero del cual me sentía destinatario. Recuerdo una, de un bebé, su rostro me sonreía y decía: "No me pidas favores, déjame descansar en paz". No recuerdo cuántas horas caminé hasta llegar a la Arboleda.
Por primera vez, después de haber transitado la pradera durante horas o años, pude atisbar trazado camino que se extendía infinitamente hasta hallar su bifurcación, dando a luz a un cruce. A los bordes del sendero, por ambos lados, crecían árboles ciclópeos que, abrazados al firmamento, cubrían del sol el pavimento. Mas, sin embargo, abandonar el camino, implicaba el inexorable retorno al césped eterno.
Seguí el sendero bajo la sombra de los árboles que me susurraban tentaciones de todo tipo. Las ignoré, pero al llegar al cruce de caminos, vi a aquella anciana que, con una especie de viga, transportaba cual Mercurio todo tipo de enseres y reliquias. Era una vieja horripilante, el reflejo proyectado por la luna de una aciaga Graya. Sin dudarlo, decidí realizar algún hechizo de los que aprendí en la Orden y Proceso de la Estrella de Plata, pero, apenas lo hice, ella se volteó, se rió y dejó de ser una bruja horripilante para convertirse en una ninfa hermosa: tan solo la luz de la luna cubría la voluptuosidad de su desnudo cuerpo, seductor cual regalo de la madre Afrodita.
Nuestros cuerpos se hicieron uno y disfrutamos de los placeres carnales durante horas, únicamente ungidos por el sudor de nuestra piel. Pero al alcanzar el clímax, ella se multiplicó, y pude verme rodeado por miles de ninfas de su misma talla y aspecto, multiplicando así mi gozo y mi éxtasis. El frenesí era tal que no me percaté cuando, en menos de lo que un parpadeo dura, pase a encontrarme abrazando y tendido sobre un horrible anfibio abisal, cuya piel resbaladiza destilaba un hedor insoportable a la descomposición de tiempos inmemoriales.
Sus tentáculos membranosos se retorcían a mi alrededor como sombras danzantes, mientras sus pinzas grotescas se cerraban lentamente, revelando una destreza macabra. Su rostro, una pesadilla encarnada, exhibía ojos que parecían contener la vastedad del Abismo y colmillos afilados que se curvaban hacia adelante como puñales en la penumbra. Yacía allí, una manifestación de terror primordial, un recordatorio inmisericorde de la insignificancia de mi existencia ante los juramentos que hice en Anatolia y en honor a Hécate.
El horror fue tal que, al intentar separar mi cuerpo del de aquel ser, me encontré envuelto en sus jugos. Y es peor, pues ahora estaba rodeado de miles y miles de ellos, como ansiosos comensales aguardando su momento de tomar parte en el festín. Desperté sobresaltado, frente a la atenta mirada de Don Leopoldo, quien me dio un vaso de ginebra y, esperando una buena noticia, me preguntó con un tono inocente: "¿La viste? ¿Qué aspecto tenía?"
A lo que yo respondí: “Con lo que mis ojos toparon fue con una abominación inefable... con un aborto adulterino, aciago y horripilante”. Su expresión, tras haber dedicado años tratando de volver a ver a su amada Petra, fue extraña; propia, quizás, de un hombre derrotado. De cualquier manera, creo que solo puedo definirla con la frase de Friedrich Nietzsche:
“La satisfacción de un momento es la ruina del siguiente”.
LA EFIGIE
He estado pensando en la Vida, y en Las Meditaciones sobre la Medusa de Jonathan Drexler encontré a El Griego. Cubierto totalmente de polvo de yeso, imitando la efigie de un ídolo de Cristo, lo veo todas las noches de cuclillas en el umbral de mi puerta.
Fragmento IV
El último día del año 2023 encontró a Eric Krause sumido en un estado de exaltación melancólica. A pesar de haber cosechado éxitos literarios en la revista que tanto veneraba, el peso de la oscuridad familiar y los años de tormento psicológico lo habían marcado profundamente. Desde temprana edad, había luchado contra sus propios demonios, preso de una mente atormentada por la medicación y la alienación. Pero fue en el cambio repentino de sus tratamientos donde Eric encontró un atisbo de libertad, una liberación que le permitió redescubrir su humanidad entre sombras.
Mientras saboreaba una cerveza rubia en la casa de sus padres, una inquietante sensación de vacío lo embargaba. A pesar de sus logros literarios y su lucha contra la adversidad, un abismo persistía en su interior, una hambre insaciable por lo desconocido. Rechazado por sus padres en la infancia, Eric había buscado desesperadamente un propósito más allá de las convenciones terrenales, explorando los oscuros rincones de lo prohibido.
Los sueños, siempre los sueños, eran su refugio y su maldición. A través de ellos, Eric había vislumbrado los límites de la muerte y la realidad, desafiando las fronteras del tiempo y el espacio. Y en esa víspera de año nuevo, una promesa olvidada emergió de las sombras, una promesa de un amigo más allá del velo de la percepción humana.
Cuando el mediodía se desvaneció en las sombras del jardín ancestral, Eric se sumió en un trance febril, desafiando al sueño y a la cordura en su búsqueda del amigo perdido. El jardín se convirtió en un laberinto de simbolismos, un Edén distorsionado por la mente torturada de Eric. Y fue entonces, en el límite entre la vigilia y el sueño, que la promesa se hizo realidad.
Desde la oscuridad de la carretera, un vehículo ennegrecido emergió como un espectro de la noche. El Griego, su amigo olvidado, lo aguardaba con una sonrisa que helaba la sangre. Vestido con la elegancia de lo prohibido, El Griego extendió su mano con un gesto que Eric apenas reconoció como humano.
En un instante de claridad en medio de la neblina de la locura, Eric ascendió al vehículo, abandonando para siempre los límites de la realidad conocida. El reloj marcaba las trece horas del último día del año cuando la familia de Eric Krause descubrió su ausencia, una ausencia marcada por una pequeña mancha de sangre y la efigie de un Cristo decadente.
Eric había partido hacia los dominios de lo insondable, donde los sueños y las pesadillas danzan al son de antiguas melodías. Su destino final era un misterio envuelto en sombras, pero una certeza permanecía: había encontrado la paz en el abrazo del desconocido, y su legado perduraría en los ecos de la Tierra de Venus.
El Hombre Astado
Vino caminando con el viento,
Altivo y galante hacia mi,
Con traje y corbata juró en vano,
Sus astas, martirio y goce de Cristo,
Muerte barrida por el viento al pasar,
Me dirigió la palabra, reverberando en mis oídos
Y dijo como príncipe del invierno,
¡Viva la merced del Hombre Astado!
Las multitudes lo seguían, como en Hamelin,
Mas este flautista no los dirigía allí,
Los guió como el chivo expiatorio que es,
Azazel, Ithaqua y Buzrael lo coronaron,
Por eso al amanecer, nunca he olvidado,
Que tengo el rostro del Hombre Astado.
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