Habitamos eternamente en reinos de sombras. Extrañamente complacientes, transitamos por nuestros agotadores días como si comprendiéramos la textura que conforma nuestro mundo; sin embargo, en verdad vemos con ojos de gusano y escuchamos con oídos de piedra, y no comprendemos nada. Nuestro entendimiento es un chinche de agua que pasa rasante y que tan sólo saborea la superficie de un mar negro insondable, mientras la realidad, un aterrador abismo de horror en el lecho oceánico, se mueve silenciosa y oscura a través de profundidades que están fuera de nuestro alcance, inescrutable, burlándose de nuestra ignorancia.