¿Qué es lo que esos escritores encuentran tan atrayente en la obra de Lovecraft? Hace una o dos generaciones la respuesta habría sido relativamente simple: su estilo particularmente florido mezclado con su extraña teogonía de Cthulhu, Yog-Sothoth, Nyarlathotep, etc. Hoy, la respuesta no parece tan clara. Afortunadamente, hemos dejado atrás la etapa en la que la prosa de Lovecraft era objeto de imitación... no porque sea un estilo "pobre", sino precisamente porque está tan íntimamente unido a las concepciones y formas de ver el mundo del autor que la imitación se torna indefectiblemente en imposible y absurda. Es como si alguien pretendiera imitar los peculiares pigmentos de un pintor sin replicar sus modelos o paisajes. Igualmente, la pseudomitología que Lovecraft desarrolló relato tras relato es una expresión tan esencial de su visión cósmica que la mera mención de alguna de sus deidades o lugares, sin las firmes bases filosóficas que Lovecraft siempre tenía la precaución de establecer, fácilmente pueden hacer que un relato se transforme en una caricatura de Lovecraft en lugar de un homenaje a su obra. Es importante señalar que muchos relatos de esta antología no mencionan ni uno solo de estos nombres procedentes del corpus de Lovecraft y, sin embargo, siguen siendo íntimamente lovecraftianos a un nivel bastante más profundo.