Desde hace unos meses se sabía que Universal había adquirido los derechos cinematográficos del cómic The Strange Adventures of H.P. Lovecraft, y ahora parece Ron Howard podría hacerse cargo del proyecto. En estos cómics, HPL es un escritor fracasado que se encuentra con un libro maldito capaz de destruir el mundo... y sólo él puede evitarlo (conociendo a Lovecraft, probablemente ni lo intentaría).
Por supuesto, mientras tanto estamos a la espera de que Guillermo del Toro cabe lo que esté haciendo y se ponga a rodar el año que viene At the Mountains of Madness, también con Universal, después de que Warner la rechazara hace años porque "no tiene un final feliz".
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Te ha pillado por sorpresa, ¿eh, Escu?
Saludos,
Entro
No, no es broma. El cartel promocional del proyecto parece la cubierta del disco de un grupo psicodélico; también podría pasar por la carátula para la tan esperada secuela de Xanadú con Olivia Newton John.
Ya, ya, lo dice porque se ha puesto ya la noticia cuatro veces .
He visto que el resto del elenco lo forman Joely Richardson, Q’orianka Kilcher, Tommy Chong, Elliot Knight, and Julian Hilliard. Es de suponer que Kilcher hará de india, aunque no recuerdo que aparezca ninguna en el relato.
Saludos,
Entro
Perdón, no lo había visto. Sólo he mirado la discusión Cohen / no-Cohen de más arriba.
¡La noticia del año! (hasta que llegue otra)
Es de suponer que Kilcher hará de india, aunque no recuerdo que aparezca ninguna en el relato.
Saludos,
Entro
No tiene porque, en el alienista hacia de criada, ¿muda creo recordar? No me acuerdo bien
Para mí, lo más extraño de esta película es que compraron los derechos de una novela y luego cambiaron todo el argumento, se podían haber ahorrado el dinero
Saludos,
Entro
Pues como From Hell, ¿no?
Yo viví un "Hombre de Mimbre", a mi forma. Llandudno, 2022.
Lo pueden ver reflejado en este microcuento que escribí...que viene bien ad-hoc con las fiestas que se están pasando ahora si saben el lore del hombre de mimbre...
"YULE"
En eras olvidadas, cuando la malignidad de la modernidad no carcomía las sombras más hondas de las almas inocentes, se alzaba con soberbia y aires de ferocidad aquella festividad que mi estirpe y mi pueblo veneraban antes de que las olas y los océanos de otras razas y naciones se entrelazaran en un único linaje. Aunque algunos perciban tal mestizaje como la norma y lo adecuado, yo anhelo, con fervor, en cada sueño que me asalta mientras duermo, el regreso a aquellos tiempos cuando éramos solo nosotros y nuestras arraigadas costumbres. Tiempos en los que la humanidad era auténtica, antes de que la maldad proveniente de Samaria, expandida por los romanos en ríos de sangre en tierras ajenas, se entrelazara con las tradiciones de otros pueblos que, al igual que los míos, sostenían sus propias creencias.
No estoy siendo hereje ni anatema al afirmar que la ironía reside en el hecho de que aquellos mismos que nos impusieron la cruz admiten que el símbolo que nos impusieron es un emblema de muerte. Sin embargo, dudo que haya habido vida tras esa cruz, ya que en nombre de un carpintero analfabeto fuimos sometidos a laceraciones y tormentos en nuestros corazones puros sin comprender por qué condenaban aquello que siempre disfrutábamos con devoción, a nuestra propia manera. Mi pueblo huyó hacia el Nuevo Mundo, dispersándose en los rincones más australes y recónditos, entremezclándose con otros desterrados que compartieron la misma persecución, como soldados de diversas naciones que, unidos por la sangre derramada de sus ancestros, continúan compartiendo trincheras hasta el día de hoy.
Aunque El Ceremonial aún se celebra cada siglo como una tradición, vislumbramos con pesar que en esta era, donde las falacias de Roma se expanden como la peste bubónica que alguna vez asoló Europa para expulsar, justamente, a esos monjes, abadesas y santurrones, la plaga de Cristo se propaga por el mundo, expulsando y aniquilando a todos, pues, tal como proclama su profeta, todos somos iguales a los ojos de su dios. En nuestras trincheras, disfrutamos con deleite cuando El Hombre de Yule, engendro de la ira de Svarog y de nuestras gentes, vierte su sangre sobre la progenie de los seguidores ciegos de esta fe bastardizada. Utilizando los mismos métodos con los que ellos impusieron su cruz, El Hombre de Yule las arrebata, negándoles lo que ellos llaman vida para siempre.
Cuando lo sienten, sus mentes corrompidas son incapaces de discernir la esencia de los hijos del invierno y el sol. Por eso, me complace observar cómo El Hombre de Yule profana el seno de lo que ustedes consideran familia, deleitándose con cada gota de sangre derramada de sus vástagos. Con sus uñas, puede palpar esa sangre en vuestra carne putrefacta y senil, incluso cuando está fresca, sin desperdiciar ni un día sagrado durante la semana que dura El Ceremonial. Todo esto, como homenaje a los únicos y verdaderos dioses y señores de este mundo, que, aún en su muerte, sueñan y aguardan el momento de despertar para reclamar lo que les ha sido arrebatado.
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